Una de las grandes clásicas de la montaña palentina, obra de Alejandro Díez Riol, entre otros compañeros, allá por los años 60. De moderada dificultad y fácil acceso desde Vidrieros, es una de las rutas más concurridas de esta montaña, familiaridad que no debe hacernos bajar la guardia ya que, con malas condiciones, puede resultar muy traicionera y costarnos algún disgusto. El descenso, sin tener tampoco grandes dificultades, también posee un punto de peligro en su parte alta que no debemos despreciar. Ojo a la meteo y las condiciones, pues, y afrontar esta ruta con el respeto debido. Recomendamos hacerlo sin grandes cargas de nieve, casi mejor si está un poco justo como en la imagen, y siempre que esté estabilizada. El corredor va a la sombra del Espolón Sur del Curavacas, por lo que si madrugamos esquivaremos el sol. Atentos a las señales de aludes, sobre todo verificar que la vía y en general toda la cara Sur ha purgado los excesos de nieve. Desde Vidrieros, en las primeras casa del pueblo, buscamos una pista con rumbo Este que seguimos unos minutos. Tras pasar un arroyo, cogemos una nueva pista a la derecha, punto desde el que ya vemos la montaña y la ruta de ascenso, vista que ya no nos abandonará en toda la aproximación. La pista remonta, y se va convirtiendo en un ancho camino entre bloques de piedra, bosque y arroyos, hasta desembocar en los prados de Cabriles en poco más de media hora desde el pueblo. Ahora, se difumina y debemos seguir entre alguno de los múltiples senderos que nos remontan a las pesadas pedreras bajo la cara sur del Curavacas (hay algunos jitos, pero muchas variantes de subida) Por estos pedreros nos dirigimos hacia el Espolón Sur y nos vamos acercando poco a poco al inicio de la vía (entre hora y media y dos horas desde Vidrieros) Una vez aquí, preparamos el material y salimos. Los primeros metros son fáciles, con algún tramo algo más empinado si hay poca nieve (máximo 45 grados) Luego, la pendiente se modera y progresamos tranquilamente por pendientes entre los 35 y 40 grados muchos metros. En la parte final, volvemos a coger algo de rampa y enfrentamos el estrechamiento final, que según condiciones oscila entre los 50-60 grados. Salimos así entre las dos cimas principales del Curavacas. La opción más fácil para salir a cima consiste en tirar hacia la derecha, hacer unos metros en travesía para esquivar un muro y posteriormente salir directos a las cercanías del vértice cimero. Todo este tramo lo hacemos sobre los abismos de la cara Norte (caída mortal) y puede ser lo más expuesto de la ruta, así que ser cuidadosos, sobre todo en la travesía. Desde la cima, el descenso lo hacemos rumbo este, siguiendo la meseta inclinada de Las Llanas. Seguimos la arista cimera y torcemos a la derecha cuando comienza a descender. Seguimos bajando hasta encontrar el punto final donde termina el Callejo grande, al que destrepamos. Éste es un tramo que se sigue bien sin niebla o conociéndolo bien, pero en caso contrario puede resultar muy peligroso. La parte superior del Callejo Grande tiene algo de inclinación que va perdiendo poco a poco; bajamos así hasta llegar a la base de la montaña, volver a enfrentarnos a las pedreras y volver al pueblo. Desde la cima, volver a Vidrieros nos debería llevar unas dos horas, según condiciones. Si queréis asegurar al ascenso, llevar mejor estacas y anclas. El conglomerado peculiar del Curavacas hace muy difícil el aseguramiento en roca, y la orientación de la vía hace complicado el que se forme el hielo como para tornillos (eventualmente útiles en la travesía de la cara Norte) Tener cuidado con esta clásica, que si bien no presenta grandes dificultades, puede resultar muy peligrosa. Buena suerte y un saludo del Maquis. |